Cada mañana, cuando el sonido del despertador martillea nuestros tímpanos, nos decimos que queremos ser ricos -muy ricos- pero como hace tiempo que el destino ha decidido convertir toda nuestra riqueza en salud y felicidad, nos hemos propuesto ser una cosa muchísimo mejor:
Honestos, resolutivos y trabajadores.
Virtud que consiste en decir la verdad, ser decente, razonable y justo. Ante esa definición, poco más podemos añadir. Nos gusta ser claros, francos, sensatos y respetuosos. Nunca ofreceríamos un servicio que nos hiciera dormir intranquilos por las noches. Nos gusta que nuestros clientes tengan la libertad y la confianza para hablar sin tapujos y que la comunicación sea fluida. Queremos ser sinceros con nuestra manera de trabajar y con la manera de tratar a nuestros clientes.
Persona que intenta resolver, o resuelve, cualquier asunto o problema con eficacia, rapidez y determinación. No nos gusta perder nuestro tiempo y, mucho menos, que tú pierdas el tuyo. Por eso tomamos decisiones rápidas, efectivas y exitosas para cada caso y para cada cliente. No dejamos que las oportunidades se pierdan por una reacción tardía. Preferimos ser proactivos y que la pelota no esté en ningún tejado, sino siempre en juego. Adquirimos una responsabilidad que mantendremos hasta el final.
Te vamos a poner un ejemplo muy claro: Imagina que te gusta (mucho) un chico o una chica (pero mucho mucho) y que te pide, por ejemplo, que le instales un programa en el ordenador. ¿Imaginas el cuidado y el tesón con el que trabajarías para que todo fuera perfecto? ¿Imaginas las horas que echarías si no todo saliera a la primera? ¿Imaginas la sensación de jugarte algo muy grande en cada movimiento? Pues bien, así trabajamos nosotros.